Para el psicoanálisis los actos de agresión en la relación de pareja son un síntoma, un fenómeno subjetivo que no es un signo de enfermedad sino la expresión de un conflicto inconsciente.
Tampoco es un signo de un disfuncionamiento orgánico tal cual sería para la lectura de un médico. No es una “enfermedad” que excluya la responsabilidad de sus actos. No es efecto de las condiciones sociales adversas.
La elección de pareja es sintomática, porque se elige en base a la historia particular, a los deseos inconcientes. Allí esta en juego el cuerpo, que es y ha sido hablado y que además esta involucrado en tales elecciones; el cuerpo es de lenguaje[1], es erotizado, cuerpo que sugiere, que suscita reconocimiento, gozo, afectos, sensaciones, dolor, amor.
El síntoma es la expresión del malestar psíquico, es un efecto de compromiso entre la satisfacción pulsional y la realidad. Es un mensaje a descifrar, porque pareciera que se ha construido en otro idioma, lo inconciente, entonces se muestra, insiste; pero resulta ininteligible para el propio sujeto que lo manifiesta e inclusive sufre.
Mujeres y hombres que han crecido y reproducen de maneras particulares los actos de agresión venidos desde generaciones anteriores, desde los estructurales como la violación de la prohibición del incesto, negación y dificultades para transmitir la función paterna, degradación de las mujeres y violencia sexual, entre los mas relevantes, constituyen sus identificaciones masculinas y femeninas a partir de esas experiencias. Su mundo de relaciones, sus intercambios están marcados por actos de agresión, de amor-odio y por tanto padecen de sus relaciones; están atrapados en ellas, sino se cuentan con alternativas donde medie su propia palabra para rectificar las lógicas en las que se han constituido.
[1] No es el conjunto de sistemas, órganos y tejidos, sino la representación inconsciente del cuerpo; constituida tanto de imágenes sensorias como de significantes.
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